Advertencia

.- Esta serie no tiene ningún tipo de continuidad cronólogica, ni coherencia alguna con el mundo exterior.
.- Zagardúa y Rataflatti son personajes ficticios, viviendo experiencias producto de la fantasía (y a veces no tanto).
.- Zagardúa y Rataflatti pueden actuar en conjunto o por separado sin que esto altere la calidad del producto.
.- Pueden provocar somnolencia y diarrea.
.- No consumir antes de operar maquinaria pesada.

24.2.10

Temp 01 - Episodio 04 - 1ra parte


DOS PARA EL CAZOTE
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Zagardúa y Rataflatti en.... "Ruta 66"
Parte 1
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Elenco
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Zagardúa .................................................................. Zagardúa
Rataflatti .................................................................. Rataflatti
Iturzaeta .................................................................. Pequeño Juan
Contartese ............................................................... El Colorado
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Con las actuaciones estelares de
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John Tolengo ............................................................ Mr. John Dunbar, The fiambrer man
Connie Feral .............................................................. Turista Idiota
Cali Suar .................................................................... Fugitivo
Cacho Buenaventura ............................................... Jefe departamental de Inmigraciones

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Intro – El Plan

- Son of a bitch.
- Motherfucker.
- The shell of your sister.
- Son of a bitch.
- ¡Esa ya la dijiste pajero!
- Bueno… The Window in the kitchen garden for the pencil…
- Five O’clock.
- I’m Zagardúa, What’s your name?
- ¡Que hijo de puta!¡Vos la tenes re clara con el inglés!
- Porque presté atención en la secundaria... ¡mamapinga!.


Mientras Zagardúa y Rataflatti practicaban el idioma del destino elegido para esas vacaciones, también aprovechaban para agredirse. Ese año el destino sería la “mítica” ruta 66 en EEUU, junto a otros dos desfavorecidos por la vida como ellos.

La fecha de partida ya estaba muy cerca. Demasiado.

A solo diez días, y con algunos insultos aprendidos, irían a sobrevivir durante un mes, cruzando ciudades y desiertos, con las mismas habilidades de comunicación que un zulú en el París.


Buscaron en la entonces incipiente Internet, toda la información posible acerca de las ciudades que ataban su destino a la ruta inmortalizada por la serie que llevaba su mismo nombre, allá por los 60.

Con algunas fotos y textos, un poco de ropa, algunos dólares y mucho viento en la cabeza, partieron hacia el aeropuerto a encontrarse con Iturzaeta y Contartese.


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Bloque I - El viaje



- ¿Cual es el nuestro? – preguntó Iturzaeta con vozarrón de gigante.
- El que va para arriba – respondió Rataflatti jocoso.


Con una sola trompada en el brazo, Iturzaeta derribó al alfeñique a los brillantes mosaicos del aeropuerto, desparramando valijas, revistas y gaseosa.

- ¿Te das cuenta Rata que sos un pelotudo? – dijo Zagardúa desde el suelo.

El colorado Contartese lo ayudo a incorporarse junto a bolsos, revistas, riñonera y sorpresa. Se acercaron al Pie grande que ya estaba debajo de los anuncios de partidas y arribos.

- ¿Cuál es el nuestro? – Volvió a probar Iturzaeta.
- Soy guardia de seguridad… No tengo idea de que me está hablando.

Rataflatti lo miró conteniendo la carcajada.

- No es un Bondi – dijo finalmente el guardia.- Fijensé en el tablero.
- Pero… ¿Cómo vamos a saber cual es el nuestro?
- El de American Airlines… dijo Contartese. – Ese que sale a las...
.
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Miró el tablero, luego el reloj. Volvió a mirar el tablero de anuncio de partidas.
El aviso de “despegando” seguido al horario del avión, los dejó sin palabras.

Corrieron como el mismísimo viento por los pasillos, provocando el rebote desmedido de bolsos, mochilas, riñoneras y mandíbulas, dejando un reguero a su paso de revistas, gaseosas y galletitas rex.

- ¡Se va boludos! – gritaba Rataflatti.

Hacía una hora que estaban dando vueltas por la terminal, sin darle mayor importancia a los anuncios reiterados de que los estaban esperando para abordar.


Llegaron a embarque, imploraron a la empleada que los dejara abordar, y tal vez compadeciéndose de sus pobres destinos, avisó al avión que aun no cerrara las compuertas.


Abordaron, enfrentando las miradas de ira de todo el pasaje.

- ¡Flaca! – gritó Rataflatti a la aeromoza, apenas sentado en su butaca.
- ¡Como le vas a decir “flaca” pelotudo! – le gritó Zagardúa desde el otro lado del pasillo.
- ¡Callensé la boca o los mato! – gritó un pasajero de la fila 14.


Era sabido que a la primera de sus características idioteces, los lanzarían a 8000 metros de altura a los cuatro en tándem, y sin paracaídas.

Así que se pasaron todas y cada una de las horas del viaje en el más profundo silencio.

Y sin mirarse, para no tentarse y terminar riendo como idiotas.
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10.6.09

Temp 01 - Episodio 03 - 2da parte

BLOQUE IV – La Inspección

Cuando Garruchio volvió a tierra, lo hizo como un verdadero experto.

- ¿Vos sabías volar ultralivianos? – preguntó Zagardúa
- No… ¡fue de ojete peludo nomás! - exclamó Garruchio

Rataflatti miraba el invento. Aquel artefacto lo llenaba de emoción. Habría que hacerle mejoras, como afinar el sistema de dirección, y pegarle calcomanías de Oakley, claro. Pero volaba. Como un tren cuando se desliza sobre las vías, como un buque en el mar, como una vieja sobre cáscara de banana, el avión se deslizaba suave por el aire y cumplía su objetivo primordial: volaba.

Trabajaron en la aeronave durante toda la semana, para volver a hacer las pruebas de autonomía y resistencia. Hasta el jueves a la tarde, que apareció un personaje extraño en el taller de Garruchio...

- Buenas tardes
- ¿En que lo puedo ayudar? – Dijo Garruchio.
- Estoy buscando una aeronave que, según me comentaron los vecinos…
- (Viejos hijos de puta…) ¿Aeronave dice usted? - Dijo Garruchio intentando cubrir con su cuerpo el enorme artefacto en el centro del taller.

- Si. Soy inspector de la fuerza aérea, Leopoldo Angulo.
- (¡Lavate el culo!…) Encantado, soy el Ingeniero Garruchio.
Estrecharon sus manos mientras el inspector miraba a Zagardúa.
- Un gusto… soy el Alférez Zagardúa
- Alférez... - dijo el inspector dandole la mano.
- Señor inspector… soy Rataflatti, el Ingeniero aeronaval.
- Aha... veo que todos son cómicos…. – dijo Angulo secamente.
- Somos gente de la fuerza – dijo estúpidamente Zagardúa.
- Entonces, alférez Sacachispa, usted sabrá contestarme cual es el límite de resistencia del aluminio al viento en condiciones adversas de presión atmosférica y corrientes afluentes, o también, cuantos grados esta permitido a una aeronave comercial desplazarse de la ruta trazada por el VOR, o como volar a ciegas guiandose unicamente por el radiofaro de la...

- Ehhhm…
- Veamos esa aeronave… - suspiró Angulo.

Luego de una inspección minuciosa y cara de pocos amigos, Angulo concluyó su informe.
- Tengo que reconocerles, que está bastante bien hecha... pero...
- Señor Angulo – dijo Rataflatti – nuestra intención era armar un ultraliviano recreativo.
- En ese caso, deberían haber pedido un permiso provisorio y el consejo de alguien que estuviera en el tema… y estos temas a mi me apasionan.
- Entonces, ¿Vamos a ir presos? – preguntó Zagardúa
- Señor Garruchio - dijo pesadamente Angulo - realmente usted se ha rodeado de boludos.
- Mire señor… la idea del avión fue de ellos....
- ¡Oh!... ¡entonces, cada tanto piensan!
- Y vuela señor… vuela como un puto pájaro - cerró Garruchio.

Los cuatro, encerrados en el taller, se dedicaron a ultimar detalles de la aeronave hasta bien entrada la noche.

Aquella misma noche, en el barrio, alguien cegado por la venganza, rompió los canastos de basura de todos los vecinos, e hizo estallar botellas de vidrio contra el frente de las casas aledañas al taller.

Bloque V – El vuelo de Icaro

Luego de incansables pruebas en tierra, y de contar con un permiso provisorio (y cómplice) de navegación de parte del inspector Angulo, llegó el día en que Rataflatti, Zagardúa y Garruchio, se fueron a una zona despoblada para hacerse al manejo del artefacto. Llevaron varios bidones de nafta para surtir el enorme tanque de aluminio que le habían adosado a la parte inferior. Literalmente, el piso del ultraliviano era un gran tanque de nafta, con el peligro que esto conllevaba.

Se pasaron todo el fin de semana haciendo vuelos cortos, bajos, altos, largos. Pruebas de velocidad de plegado y desplegado, de aterrizajes suaves y también apurados, calculando velocidades y tiempos de los semáforos de avenida Maipú.

Rataflatti parecía haber nacido para el aire. Zagardúa casi se estrella contra un molino, Garruchio casi se congeló por volar a máxima velocidad y a más de doscientos metros del suelo. Pero los tres adquirieron experiencia, e hicieron todas las pruebas y mediciones necesarias.

- Esto es increíble – dijo Rataflatti, emocionado aun por el vuelo.
- Podemos empezar a fabricarlos a pedido – dijo Garruchio.
- Hasta podemos hacerlos de dos plazas… - soñaba Zagardúa.

Plegaron la aeronave, y se aprestaron a subirla a la camioneta de Garruchio, junto a los bidones de nafta vacíos. Estaban aproximadamente a ciento veinte kilómetros del taller.

- ¿Y si yo… - arrancó Rataflatti
- Vos lo querés llevar volando desde acá… - le adivinó Garruchio
- … Es que pensaba…
- ¡Pero si se te ve en la cara Rata!... ¡Dale!¡Llenale el tanque!

Rataflatti bombeó nafta hasta llenar aquel piso doble. Luego, se sentó y se puso el gorro de cuero y las antiparras que le habían pedido al viejo Barletta, aquel vecino que ellos suponían un nazi escapado, y que tenía todo el aspecto de haberlo servido a Mussolini. Parecía un aviador de la primera guerra mundial.

Se despidió de Garruchio y Zagardúa con el pulgar levantado y el motor a toda furia. En cuestión de metros levantó vuelo, y puso rumbo al noreste.

Durante cuarenta minutos, Rataflatti voló esquivando torres de alta tensión y navegando los vientos frontales y de costado, como un verdadero profesional.

Llegando al destino, Rataflatti empezó a razonar, que iba a tener que aterrizar en zona poblada. Y se le empezaron a llenar todos los rincones de preguntas.

Sobrevolando el hipermercado, consideró la playa de estacionamiento desierta como una posible pista, pero la descartó porque esta estaba sobrepoblada de arbolitos y topes de cemento.
Consideró entonces, el playón desierto del ferrocarril. Demasiada basura y además, las vías abandonadas, que serían desastrosas.

La pista de Rataflatti no aparecía y el indicador de combustible ya estaba queriendo marcar el “vacío”.

Apuntó entonces a la avenida cercana a su casa. Fue descendiendo, tenso, nervioso. Transpiraba como esquimal en el caribe. La avenida se iba ensanchando en perspectiva mientras bajaba, y Rataflatti apretaba el culo como nunca. El motor venía regulando, y de pronto, hizo una convulsión y se detuvo. No había más combustible.

- Soy muerto – pensó el émulo de Jorge Newbery.

A golpes de muñeca, estabilizando el peso del aparato que venía planeando a fuerza de lona y músculo, lo fue enderezando, y encaró al cruce de las avenidas La Plata y Rodríguez Peña.

Ante el asombro de todos los transeúntes, Rataflatti bajó el avión a cuarenta metros de la intersección, con rumbo a Caseros.

- Si llega a venir el 123, me deja peor que al “violín”*

Afortunadamente nadie venía doblando por Asamblea, y Rataflatti pudo frenar el avión en menos de cincuenta metros, se bajó, lo empujó contra la vereda, y lo plegó en segundos.

Cuando terminó, se hincó y besó la mugrienta vereda de la gomería de la esquina.

Empujandolo, entró el ultraliviano a la estación de servicio que estaba enfrente.

- Ponele veinte de súper – dijo Rataflatti
- Hace por lo menos cinco años que no tenemos nafta, pibe.
- Bueno, entonces lo guardo en una cochera.
- Son siete australes por día.

Garruchio y Zagardúa llegaron una hora después. Al verlo a Rataflatti en la puerta del taller, estallaron en carcajadas y alaridos dignos de un naufrago que vuelve a su casa.

BLOQUE VI – Las Consecuencias

Aquel lunes, Rataflatti se levantó como de costumbre, pero en lugar de ir a la parada del colectivo, se fue derecho a la estación de servicio con un bidón de quince litros de nafta.

- Lo de la nafta va a ser todo un problema – pensó.

Esperó el verde del semáforo, y apenas terminó de pasar el ultimo vehículo, acomodó la aeronave con el motor andando, en el medio de la avenida. Desplegó las alas, se sentó, y le dió sin asco al acelerador.

A pocos metros antes de llegar al cruce de avenidas, empezó a levantar vuelo, directo al tendido electrico, y el cableado aéreo de teléfono y videocable. Con bastante habilidad, pudo sortear el obstáculo.
Decidido, empezó a elevarse ante la mirada atónita de los viejitos que habían salido a comprar el pan.

Sobrevoló entonces la iglesia, las vías del Urquiza, y el cementerio de San Martín. Cuando paso por el centro de Ballester, se dió cuenta de lo grande que era aquella zona comercial. Cosa que no había pensado en sus interminables viajes matinales en el tedioso colectivo de la linea 343.
Los autos y la gente esperando en las paradas y estaciones, le parecían tan ridículos ahora, que soltó una carcajada. A lo lejos, se veían los edificios de la capital, y hacia el norte la zona descampada de la ruta 8.
El vuelo era placentero, suave, rápido. Sobrevoló Villa Adelina hasta llegar a la Panamericana, donde está la fabrica de paty, y ahí, timoneó un poco mas al norte, sobrevolando la colectora.

- El tema va a ser encontrarle cochera a esto por acá – reflexionó.

En menos de cinco minutos estuvo en la zona crítica, y tenía que empezar a buscarle pista a aquel artefacto. Avenida Maipú, a esa hora, como estaba cargada, iba a ser imposible. De pronto, se acordó de la avenida Thames, al costado del hipódromo de San Isidro.

- ¡Es ideal! - dijo, y para allá puso rumbo.

Aprovechó un corte de semáforo para aterrizar por la mano que se aleja de la avenida Maipú.
Cuando hubo iniciado el descenso en un tramo despejado de asfalto, de golpe, dobló un taxi, un Peugeot 504, a toda velocidad, que quedó justo detrás de el en el momento de tocar tierra, o asfalto, mejor dicho.

El taxi maniobró, volantazo, chirrido de cubiertas, frenada, y acelerada. Le pasa por el costado izquierdo puteandolo, mientras Rataflatti pierde el control del aparato, que se desvía hacia la derecha. Alcanzó a saltar antes del estrellarse contra el poste de alumbrado público.

- ¡Pero y eso que mierda es! – gritaba el taxista furioso, que se había detenido sobre el carril de la izquierda, se había bajado y había dejado la puerta de conductor abierta. Un camionero que venía mirando lo que había sido alguna vez un ultraliviano y a Rataflatti desparramado, se la arrancó completa, indignando mas aún al taxista.
Rataflatti, contra el alambrado, las antiparras torcidas, atontado aun por la rodada, miraba la discusión de los obreros del volante como en un entresueño.

Llegó el patrullero, y se cercioraron primero de que no hubiera heridos. Acto siguiente, procedieron a la detención del inadaptado volador.
Explicó ante el comisario y el auxiliar toda la historia de la aeronave. Dos veces.
- Entonces… dijo el comisario pesadamente – usted venía volando.
- En dirección a la panamericana...
- Aha… y… digo yo… ¿Por qué?
- Porque no había autos…
- No, no… digo... ¿Por qué venía volando? ¿No sabe que hay colectivos?
- Si… pero quería llegar temprano al trabajo
- ¡Ah! ¡Ahora entiendo! ¡Se levantó tarde y salió “volando” al trabajo! - dijo el comisario conteniendo la risa.
- Bueno...
El comisario se levantó del escritorio, lo miró fijo, y dirigiéndose al oficial ayudante dijo:

- Ya vengo...

La carcajada resonó en todo el precinto. Se escuchaban murmullos, y nuevas carcajadas, esta vez, multitudinarias. Nuevos murmullos, y las carcajadas se multiplicaban y renovaban.

Rataflatti llegó a escuchar la frase “El rey de los cielos”.

Pasó el mediodía esperando en una sala en la comisaría. De pronto, ingresa el comisario con dos personas mas.

- Bueno... tenés suerte pibe… te vas.
- “Deja Vú” – Pensó Rataflatti.

Sacaron a Rataflatti con chaleco de fuerza, y lo subieron a la ambulancia que lo trasladaría al Borda.

Cuando llego, salió el director a recibirlo.

- Bienvenido - dijo el hombre de pelo blanco con cara siniestra, y frotándose las manos
-...
- Así que usted es un científico...
- “Deja Vú” – pensó Rataflatti.
- Bueno señor... vamos para adentro, que tenemos mucho por hacer.
- ¿Puedo hacer una llamada antes?
- Por supuesto.

Rataflatti discó el número telefónico de su amigo Zagardúa.

- ¿Hola?
- Señora Zagardúa, habla Rataflatti… ¿está su hijo?
- Ya te lo llamo.
-…
-¿Y boludo? ¿Como te fué? - preguntó Zagardúa
- El avión voló increíble… pero yo estoy en el Borda.
- ¿En el Borda? ¿Y para que carajos te fuiste tan lejos pelotudo?
- Traeme puchos, Zaga… porque me parece que voy a estar un buen tiempo.
- Vos no fumás…
- No importa. Lo que más tengo, es tiempo para empezar.


-------- FIN --------
.
*Violín: Conocido personaje de la zona de Santos Lugares/Caseros, que circulaba en bicicleta con caja adelante (tipo heladero) y que le faltaban unos cuantos caracoles en la playa del mate. Dicese que había chocado contra el colectivo 123, y había quedado en la condición anteriormente mencionada. Su vida transcurría en un bar, situado sobre una calle recorrida por la linea de colectivos antes mencionada. Fanático de Chacarita Juniors. Odiaba al rojo colectivo 123, y cada vez que podía, embestía al mismo con su bicicleta.

12.5.09

TEMP 01 - EPISODIO 03 (1ra Parte)





DOS PARA EL CAZOTE
Zagardúa y Rataflatti en.... "¡El vuelo de Icaro!"





Elenco



Zagardúa .................................................................. Zagardúa
Rataflatti .................................................................. Rataflatti

Ciego Perretti .......................................................... Garruchio
Chancho Malaventura ............................................ Comisario




Con las actuaciones estelares de




Claudio Don Satur ................................................... Taxista enfurecido
Chichipio Viale ......................................................... Inspector de la Fuerza Aérea

Polo Ruente .............................................................. Director del manicomio


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BLOQUE I - La idea.



Viernes por la tarde.

Zagardúa y Rataflatti yacen en las camas de la habitación del primero. En la televisión, aparece un tipo que se fabricó un avión ultraliviano.

- ¿Te imaginas?... en diez minutos estaría en Martínez.
- Estaría buenísimo – responde Zagardúa – salir a boludear los fines de semana…

Rataflatti trabaja en la zona norte, y a diario, soporta el viaje de mas de ciento quince minutos en el colectivo 343.

- ¿Cuánto podemos gastar construyendo ese ultraliviano? – suelta.
- El tema no es cuanto, es donde.
- ¿Dónde que?
- Donde lo levantas, y donde lo aterrizas – responde sabiamente Zagardúa
- Acá en Rodríguez Peña puedo carretear unos cincuenta metros…
- ¿Y una vez arriba?
- Ahí veo

Zagardúa asume esta vez el papel de crítico del proyecto. Aunque la sangre le hierve, debe considerar todas las variables. El despegue, el aterrizaje, la ruta de vuelo y la autonomía del artefacto no son cuestiones menores.

- Ahí ves… ¡ahí ves que sos un pelotudo clase A!
- Imaginate Zaga, tiene que ser un avión rápido de armar y desarmar…
- Aha…
- El semáforo de Rodríguez Peña corta 40 segundos…
- Si…
- Debería poder armarlo al menos en 35 para poder carretear delante de los autos
- Seguí… alentó Zagardúa
- Una vez arriba, vuelo en línea recta a Martínez…
- ¡Sigue predicando hermano…!
- Y sobre Avenida Maipú, engancho un semáforo que recién se ponga en rojo…
- Y aterrizas, en 30 segundos… lo desarmas en 10…
- O doblo en una esquina y me da más tiempo…
- ¡Hagámoslo! – aulló Zagardúa
- ¡Si!
- Maaa… ya venimos, vamos a comprar el diario.

Zagardúa y Rataflatti salen a comprar el segundamano, buscando ciclomotores chocados o motos de baja cilindrada capaces de empujar la aeronave, alguna vez soñada por Da Vinci, y por otros tantos inconscientes.

- Mirá… Nx 250, chocada, $400
- Y ponele, $200 mas de caños y lona…
- Me parece que ya estamos en el negocio de la aeronáutica Rataman.
- Tu lo has dicho Zagardúa… ¡tu lo has dicho hermano!.

Por la noche, tenían una moto chocada en el fondo de la casa de Rataflatti.

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BLOQUE II – El Proyecto


Aquel sábado a la mañana, el primo mecánico de Zagardúa delira con la idea de nuestros héroes. No puede creer que no se le haya ocurrido antes. Apura el mate en el jarrito de chapa enlozada, y recupera la compostura.

- Primero tenemos que armar la estructura, los tensores, la dirección…
- Hagamos la lista de cosas que hay que traer.
- El motor está muy bien – reconoce Garruchio, el primo de Zagardúa.
- Tenemos las ruedas de la NX – dice Rataflatti
- No Rata, son muy pesadas, vamos a poner ruedas de bicicleta
- ¡Pero son una poronga!
- ¡Hay que reducir el peso en todo lo que se pueda!
- Empecemos – grita Rataflatti.
- No… yo ahora estoy laburando en un Renault 12 que vienen a buscar al mediodía…

Al mediodía, Zagardúa y Rataflatti golpean la cortina metálica del taller de Garruchio. Un cargamento de caños de pileta, dos rollos de alambre zincado y unas lonas viejas los acompaña.

- Acá hice un diagrama de cómo vamos a armar la estructura – dice Garruchio.
- Aha… las ruedas… las alas… la pedalera… acá iría la butaca…
- ¡La butaca! – Exclama Rataflatti – ¡Nos falta la butaca!

Garruchio lo mira con desconcierto.

- Acá cerca está el club Ameghino… están esas sillas de plástico… “pedimos” una y listo.
- Entonces – dice Zagardúa - empecemos a soldar putos caños.


Entre Zagardúa, Rataflatti y Garruchio, cortaron, acomodaron, escuadraron y soldaron caños durante toda la tarde hasta armar una estructura. Calcularon la envergadura del avión, y comprendieron que una vez soldado, no podría salir del taller. Así que, en lugar de fabricar una estructura desmontable, optaron por lo más fácil: una estructura que fuera plegable, hasta reducir el avión al ancho de un automóvil.

Aquella noche Rataflatti no puede dormir por la adrenalina generada por el proyecto. Zagardúa ronca como una motosierra.

A la mañana siguiente salieron los dos corriendo al taller de Garruchio.

- No pude dormir pensando– dice Garruchio – y como no tenia sueño me vine al taller.
- No lo puedo creer Garru… es… quedó… horrible.
- Mirá esto pelotudo – dice Garruchio tomándose la entrepierna
- Es horrible también – responde Rataflatti
- No, mirá esto…

Sacan la estructura de la aeronave a la calle, que ocupaba todo el ancho. Garruchio Toma las alas, y las levanta, accionando un mecanismo por el cual se traban y destraban en las dos posiciones.

- Empújenme – ordena Garruchio

Zagardúa y Rataflatti empujan a Garruchio, que va piloteando el artefacto.

- ¡Larguen!

En menos de diez segundos Garruchio frenó el avión, se bajó, y plegó las alas.

- Mientras no tengas que pasar por un túnel de menos de tres metros de alto, vas a poder andar por la calle.

Garruchio prueba que tranquilamente, y en caso de que el artefacto efectivamente vuele, es factible plegarlo y desplegarlo en escasos segundos, en una avenida ancha. Rataflatti no puede controlar la mandíbula. Zagardúa mira asombrado el genial aparato.

- Falta lo mas difícil – dice Garruchio – hay que armar el motor, los controles…
- ¿Y vuela? – preguntó Rataflatti ausente en sus pensamientos
- Rataflatti… a veces me sorprende que se te ocurran cosas como esta – dijo Garruchio.
- ¿No vuela?
- ¡No sé!¿como se supone que pueda saberlo?

Durante todo el domingo montan el motor, pedales, controles de vuelo, y tensores de ala. Todo casero, adaptado, rejuntado y recauchutado.

- Faltaría la lona, pero eso es mas jodido – dijo Garruchio. – Tenemos que hacerlo bien.
- Hagámoslo ahora – dice Zagardúa – quiero ver volar esta belleza.
- No seas impaciente, pajerito, vamos a esperar. Esto puede llevar meses.
- No… quiero volar… ahora… - implora Rataflatti
- Vas a volar de una patada en el orto vos – responde Garruchio. Hagamos las cosas bien.
- Pero…
- Hasta que esto vuele, y lo maniobres bien, y le tomes la mano, van a pasar semanas.

Continuaron durante la semana, los tres, trabajando exclusivamente en el avión. Se dedicaron a lijar bien los caños, pintarlos, ajustar, probar torsión, y finalmente, remacharon la lona en la estructura, armando el cuerpo del ultraliviano. Por último, ajustaron bien la hélice en la parte trasera, fabricada con chapas pulidas de aluminio.

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BLOQUE III – La Prueba

Garruchio habló seriamente. “Primero, debemos probar el avión en un lugar abierto, con un vuelo corto. Verificar, en caso de que vuele, a cuantas revoluciones tiene que ir el motor. Una vez verificado, en tierra, gastar un tanque completo a la misma velocidad y fuerza para comprobar el tiempo de autonomía de vuelo”.

El escenario elegido en este caso, es el descampado que se extiende al costado de la panamericana, en el cruce con la avenida Uruguay.

- Vamos a probar primero el motor y los controles – dice Garruchio
- ¿Quién es el mas indicado de los tres? – pregunta Rataflatti
- ¡Mirá esta pancita papá! – dice Garruchio. – Yo peso 95 kilos.
- Yo 84 – dice Zagardúa
- Yo 75 – dice Rataflatti esperanzado
- Entonces voy yo – dice Garruchio. – Hay que probarlo con lo mas pesado que haya.

Garruchio se sube al avión plegado y lo pone en marcha. La hélice no vibra, gira casi silenciosa, hasta que empieza a cortar el aire.

- ¡Estoy con el freno a fondo! – Grita Garruchio – ¡La hélice empuja como la concha de la lora!
- ¡Soltale el freno Garruchio!¡Hacelo carretear! – Grita Rataflatti



Garruchio levanta el pulgar aprobando la directiva de Rataflatti. En 15 segundos, se baja, despliega y traba las alas. Lento, empieza a soltar el freno manual, y el avión empieza a carretear, primero zigzagueando, luego estable, en línea recta. Recorre una distancia de 100 metros, a una velocidad increíble. Garruchio mantiene las alas en posición horizontal para no levantar vuelo, pero el avión tiende a subir por el poco peso y el aire que pasa por debajo de las alas y lo empuja. De golpe, Garruchio se juega entero, y empuja la palanca para darle inclinación a las alas. En menos de dos segundos, el avión se despegó del suelo como un barrilete en la tormenta.

Rataflatti entonces abrió la boca del tamaño requerido por una hamburguesa doble. Los caños y la pintura, el motor y la lona, la butaca afanada y las ruedas de bicicleta, y Garruchio, se habían alejado rápidamente del suelo.

- Vuela… - susurró Rataflatti.
- Como un pajarito… - asintió Zagardúa, con los ojos fijos en aquella estructura volante.




---- CONTINUARA ----

7.5.09

TEMP01 - EPISODIO 02 - La fotocopiadora




Zagardúa y Rataflatti ennnnnn..... "La fotocopiadora"


Elenco


Zagardúa .................................................................. Zagardúa
Rataflatti .................................................................. Rataflatti
Lia Curuchet ............................................................ Silvia la tetona

Con las actuaciones estelares de

Brus Li .................................................................... Chino
Abi Patuch ............................................................. Cochino
El pajaro Canilla .................................................... Birdie

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BLOQUE I - La señal

Zagardúa y Rataflatti salieron del colegio, compraron diez chicles del mundial italia 90, y siguieron caminando por la avenida, junto al chino, al cochino, y birdie. La profesora de química (un perrón del infierno) había amenazado con examen inminente, y Rataflatti necesitaba urgente fotocopiar "Quimica Elemental" de Quique Dapiaggi.

Entraron a un local infimo, donde hacían fotocopias, Zagardúa, Rataflatti, el Chino, el Cochino y birdie, y todos sus blazers azules, y todo el olor a chivo de una tarde de noviembre a 35 grados.

Adentro los esperaba Silvia la tetona. Una morocha de unos diez años de diferencia con los chicos, con saldo a su favor.

- ¿Que necesitan chicos? - dijo apoyando toda su soberanía en la pobre Xerox, torturandola.
- Ehhhh.... cien de cocido y cien de queso - dijo Rataflatti, luciendo su humorismo amateur.
- Enseguida te los corto - dijo Silvia riendo, demostrando un clarísimo interés sexual en el infeliz.

Todos los presentes en el minusculo local pudieron ver el culo celestial de Silvia cuando se dió vuelta para buscar una resma de papel. Silvia era el cielo y el infierno en el mismo boliche. Y encima, esa cara de atorranta...

- Necesito sacar este libro completo. ¿Cuando lo paso a buscar?
- Si queres esperarlo, te lo hago ahora - dijo Silvia pasandose la lengua por los labios gruesos.
- Bueno...

Pasaron (todos juntos en el diminuto local) ciento cuarenta y ocho fotocopias, mirandole las tetas y el culo en silencio a Silvia. Silvia reía, e invitaba a soñarla transpirando sobre la mesada de la cocina.

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Bloque II - El "master" plan

En el patio y en el aula, se la pasaron charlando de cuantas veces habian recordado los cinco a Silvia, mientras los padres intentaban derribar las puertas de cinco baños en aquel barrio.

- Hoy le digo algo - dijo Rataflatti demostrando una determinacion poco creible.
- ¡Pero que le vas a decir vos... pedazo de pelotudo, si vos levantas ni sospechas! - hirió Zagardúa
- Yo te acompaño - azuzó el chino desde el banco de atras.
- Hoy la invito a salir - dijo rataflatti dándose vuelta.
- ¡Dale Rata, dale para los chicles!
- ¡Pero este pelotudo no le puede dar ni la hora a un ciego! - iterfirió Zagardua, celoso.
- Rata, vamos todos, te hacemos la gamba, entrás, y le decis algo - planeó birdie.
- ¡Dale, vamos a olerle las tetas! - gritó, tarde, el cochino desde tres bancos mas adelante.

El profesor de álgebra se dió vuelta al instante.

- ¡Bueno bueno... !¡Parece que los chicos acá tienen un tema mas interesante!

Toda el aula estalló en una carcajada. Cochino tomó el mismo color que un polaco en Mar del Plata un 8 de enero al sol.

Sonó el timbre.

- Rata - reconfirmó cochino - ¡vamos a olerle las tetas!
- Hecho.

Los cinco de un brinco y con ahinco, se dirigieron a la fotocopiadora.

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Bloque III - La propuesta

Rataflatti entró al local, mientras los cuatro secuaces esperaban en la heladeria "Sotto il sole di Napole con il mare carezzando gli patas". Cuando salió, todos se levantaron a escuchar como había fracasado en su intento, y preparaban las carpetas negras N°3 para darselas por el lomo al galán de feria.

- Me dijo que si.

Rataflatti estaba pálido, con los brazos caídos. Los demas, estaban azorados.

- ¿Como puede ser, que semejante putón te diga que si? - dijo birdie
- Dios existe papá - dijo Zagardúa e interceptó la bala.
- ¿Y que le dijiste? - dijo el chino
- Le dije que nos juntábamos en la esquina de Pernambuco y Calatayud...
- ¿Hoy?¿A que hora? - pregunto Zagardúa
- No... le dije que NOSOTROS nos juntabamos ahi siempre...
- Ah no... ¡pero vos sos un pelotudo a cuerda! - acarició Zagardúa
- Me dijo que hoy salía de trabajar y venía...
- ¿Que?¿Con todos?
- Me dijo... me dijo que somos todos lindos...
- ¡A la mierda! - murmuraron a coro.

Aquella tarde, en la esquina de Pernambuco y Calatayud, Silvia y los cinco cachorros en celo se tomaron unas cuantas cervezas.

La posibilidad de estrenar la vida sexual, esta vez, aparecía mas real que nunca, y un poco retorcida también.

- Este viernes a la noche estoy sola en casa - dijo Silvia.

Y el grupo permaneció en silencio ante la atronadora presencia de aquel papelito con la direccion garabateada en birome azul y ebria.

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Bloque IV - Las arrugas

Rataflatti no había podido dormir en toda la semana. Zagardúa estaba lívido de masturbarse cada vez que la idea lo asaltaba, es decir, cada cinco minutos aproximadamente. El chino andaba hiperactivo, en clase no podia concentrarse en escribir tres palabras. Cochino se sonreía a cada rato, y pasaba papelitos al resto del grupo con la leyenda "¡¿Te imaginás oliendole las tetas boludo?!".

Birdie se había enfermado. Estaba en cama, mirando su impresionante coleccion de latas de cerveza. "¡Que pajero!. Latas de cerveza." pensó.

Y como es inevitable que suceda, el viernes, como siempre, llegó. Y salieron todos del colegio. El plan era aterradoramente simple, de apenas tres puntos:

a) Llegar a casa y bañarse.
b) Juntarse en Pernambuco y Calatayud y comprar forros.
c) Tocar el timbre, entrar y ponerla.

Cuando estuvieron en la esquina, compraron los Joker, y se dirigieron con sus pantalones Diller y sus camisas Sun Surf y sus perfumes feos y exagerados a la direccion consignada en el papelito.

Llegaron a la puerta y ninguno se detuvo. Siguieron caminando hasta la esquina. El celo de esos cachorros se podía oler desde Filipinas. Volvieron a pasar esta vez en direccion Norte-Sur. Y otra vez, y otra. Una vuelta manzana. Otra vez. Y otra.

- ¡Boludo, vamos, toquemos timbre! - dijo Cochino
- No me animo - dijo Rataflatti
- Yo tampoco - acompañó Birdie
- Y yo no puedo dejar de temblar - dijo el chino
- Son unos cagones del culo - dijo Zagardúa desafiante
- ¡Y tocá vos puto! - dijo Rataflatti caliente
- ¿Y quien le hizo el chamullo?¿Eh? - contraatacó Zagardúa
- Yo me voy - dijo el chino
- Yo tambien, vamonos al carajo - dijo Birdie
- Si... vamonos... entrar no vamos a entrar - dijo Rataflatti.
- Al final - dijo Zagardúa - somos todos uno cagones.

Así, el grupo se movilizó nuevamente, esta vez con rumbo a la esquina de Pernambuco y Calatayud.

- Yo me voy a casa - dijo Cochino rompiendo el silencio.
- Nos vemos mañana - dijeron todos.
- Chau Cochi... - se escuchó.

Cochino se perdió por Pernambuco. En la primer esquina, salió corriendo. Con dirección a la casa de Silvia.

No apareció por la esquina ni el sábado ni el domingo. Aquel Lunes, la rémora asquerosa se separó del grupo, sin decir palabra.

---- FIN ----

6.5.09

TEMP 01 - EPISODIO 01 - ¡TERROR EN LAS VIAS!

Música : Three Blind Mouses (La de los tres chiflados)
Piloto de serie televisiva N° 2873672630123ndfasn86xb / 09.
Temporada 01 - Episodio 01


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DOS PARA EL CAZOTE
Zagardúa y Rataflatti en.... "¡Terror en las vías!"
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Elenco

Zagardúa .................................................................. Zagardúa
Rataflatti .................................................................. Rataflatti
Pichi Barijoh ............................................................ Policía
Chancho Malaventura ........................................... Comisario
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Con las actuaciones estelares de
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Joao Havelansh ...................................................... Guarda de tren
Chinita Zorrita ....................................................... Asistente social
Polo Ruente ............................................................ Director del manicomio

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BLOQUE I - La idea

Zagardúa corrió enloquecido a la casa de Rataflatti. Había encontrado en una BBS un manual para el anarquista.

- ¡Boludo! - dijo Zagardúa - ¡Hagamos un misil tierra - aire!
- ¿Te parece?¿Porque mejor no vamos a espiar a la vecina cuando se baña?
- ¡Acá está la "receta" para hacer una bomba!¡Mirá!
- Es peligroso...
- Lo de la vecina también...
- Sip...
- ¡Mirá!¡Hasta los planos para el circuito de guía tiene!
- ¿Y a vos te parece que se publicaría algo como eso?
- ¡Claro boludo!¡hay un montón de gente que quiere que muera el imperio yanqui!
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Rataflatti miró el manual impreso en formulario continuo. Desconfió.

- No va a funcionar - aseveró
- Entonces solo habremos perdido una tarde
- Si... es verdad...
- Pero si funciona, podemos venderle misiles baratos a algún país en guerra
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El razonamiento idiota y sin asidero, terminó por convencer a Rataflatti. Necesitaba plata para comprarse el Sega Génesis y los joysticks infrarrojos.
Zagardúa no le dió tiempo a recular.

- Le podés comprar una casa a tu vieja...
- Hagámoslo.
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BLOQUE II - El Proyecto

Se fueron al Easy, con cincuenta pesos/dolares. No tenían muy en claro que estaban buscando, así que era mas una investigación de campo que un equipamiento planificado.

Se dieron cuenta, que no les alcanzaba para nada, así que decidieron salir con el fiat 600 a dar vueltas por el barrio, buscando volquetes con materiales de demolición.

Encontraron caño plástico de desagüe, un tramo de caño de zinc, un "sombrerito" de un tiraje de calefón, y varios pedazos de chapa de zinc. También se llevaron varios ladrillos rotos para armar una plataforma de lanzamiento.
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En la droguería del barrio, consiguieron el nitrato de potasio. Al padre de Zagardúa le faltaron unas cuantas barritas de azufre del kiosco, a la madre de Rataflatti le desapareció un paquete de sal entrefina y una ensaladera. A la verdulería del barrio, le desaparecieron unos cuantos carbones de leña de la bolsa que estaba mas expuesta al vandalismo popular.
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Aquella misma tarde mezclaron los ingredientes, agregándole limaduras de aluminio, y algo de magnesio, robado, claro, del gimnasio del club. Por otra parte, armaron un "misil" de un metro de altura, con doble cámara, con el caño de zinc, recubierto por el caño plástico. Rellenaron la primer recámara, cercana al sombrerito de chapa, con la pólvora levemente humedecida. Compactaron bien, y sellaron con chapa y silicona.
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Llenaron la segunda recámara con la pólvora restante, seca, e insertaron un pedazo de soga para la ropa, embebida en alcohol, y la rebosaron en la pólvora, para la ignición. Sellaron el segundo compartimiento, dejando solo el hueco de la mecha para la propulsión. Sesenta centímetros de pólvora blanca para propulsar una carga de treinta y ocho centímetros compactados como piedra. Solo dos idiotas en el mundo podrían hacer semejante experimento... y se habían juntado una tarde. En el mismo barrio.
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BLOQUE III - La prueba
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En las vías abandonadas del tren, montaron la plataforma de ladrillos, dejando espacio para la mecha. Le dieron una leve inclinación, apuntando (según sus cálculos de trayectoria) a un viejo galpón de materiales ferroviarios, repleto de durmientes de quebracho. Vistieron ropas oscuras previendo la posibilidad de tener que huir en la noche como gatos que fueron sorprendidos rompiendo la bolsa de basura
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- ¡Listo! ¡Esto va a ser tremendo! - Gritó Zagardúa
- Está todo listo. Prende la mecha
- Dame fuego
- No tengo yo... ¿no trajiste fósforos?
- ¿Y desde cuando ando con fósforos yo, boludo?
- ¡Desde que se te ocurre hacer un misil tierra-aire!¡pajero!
- ¡Andá a buscar el magiclick de tu casa!
- ¡Andá vos a la tuya que está mas cerca!
- ¿No ves que sos un puto?
- Y vos sos un terrorista de circo...¡pelotudo!
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Rataflatti fué en busca del encendedor del padre.
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- Acá tenés... nenita de mierda...
- Callate, me vas a besar el culo cuando veas como asciende mi misil.
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Zagardúa acercó la llama a la mecha, que no se quemó al estilo "misión imposible", sino mas bien que se quemó como... digamos... bueno, como una soga empapada en polvora casera. Hasta que agarró lindo...
Cuando la llama llegó al límite inferior del presunto cohete, en ese mismo instante, pasó el tren de las 22:05, con destino a la estación Caseros. Zagardúa estaba a dos metros del artefacto. Rataflatti ya estaba a cincuenta.
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BLOQUE IV - El error
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Si... el misil despegó del suelo. Trazó un recorrido firme y estable de aproximadamente... medio metro.
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Después se desestabilizó y entró en ignición rápida, irradiando de luz amarillenta los rostros aterrorizado de los pasajeros del convoy. Zagardúa, quedó sin un solo pelo en la cara y la cabeza. El tren ya habia comenzado las maniobras de frenado cuando el maquinista vió la llamarada original. Terminó de frenar a los 10 metros de donde estaban los zanguangos.
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El guarda del tren se bajó a verificar daños posibles, y vió a Zagardúa escupiendo pelo quemado y cenizas.
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- ¡Que hicieron pibe! - le gritó mientras lo alumbraba con una linterna en la cara.
- ¡Nada!¡Nada! - gritó Zagardúa mientras emprendía la retirada.
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Pero el patrullero ya estaba a media cuadra. Y aún, la carga compactada de la primer recamara no habia explotado.
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Mientras indagaban en el lugar a Zagardúa, Rataflatti apareció como un vecino cualquiera.
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- ¿Que pasó oficial? - preguntó con fingida sorpresa.
- ¿Usted estaba con este señor?
- No... estaba mirando el portal de las mascotas cuando vi un resplandor.
- Parece que el señor ha querido prender fuego - dijo el policía sin tener idea de lo que habia pasado.
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Rataflatti miró a su alrededor, cuando vió a cinco metros el primer segmento del "misil", envuelto en fuego, del tubo plástico que recubria la recamara. Abrió enormemente los ojos, y este gesto no pasó desapercibido para el policía.
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- ¡Al suelo! - grito Rataflatti.
...
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Despues de la explosión, ningún vidrio ni del tren ni del barrio habia quedado sano. Las gorras tanto del guarda como del policía, las dieron por desaparecidas.
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Bloque V - La consecuencia
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El comisario los miraba sin lograr definir que clase de idiotas eran.
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- Vamos de vuelta... ¿ustedes querían comprarle una casa a su mama? - dijo y señaló a Rataflatti.
- Si señor... ibamos a venderle misiles a algún país en guerra...
- Ah... ahora si me queda claro... ¿ustedes son boludos o quieren hacerme creer eso?
- No somos boludos señor - dijo Zagardúa - Somos hombres de negocios.
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El comisario se levantó del escritorio, los miro fijo, y dirigiendose al oficial ayudante dijo:
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- Ya vengo...
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La carcajada resonó en todo el precinto. Se escuchaban murmullos, y nuevas carcajadas, esta vez, multitudinarias. Nuevos murmullos, y las carcajadas se renovaban.
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- Gracias por volver... - le dijo Zagardúa a Rataflatti
- Sos pelotudo, sorete, forro y un hijo de puta... pero sos mi amigo
- Nos van a proponer un negocio - dijo Zagardúa - vas a ver...
- ¿Tenes el encendedor de mi viejo?
- No...
- ¡Pelotudo!
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Pasaron la noche adentro. Vieron como clareaba desde adentro de la celda. De pronto, dos personas entraron acompañando al comisario.
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- Bueno chicos... tienen suerte... se van ahora.
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Bloque VI - El que las hace...
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Sacaron a Zagardúa y a Rataflatti con chalecos de fuerza, y los subieron a la ambulancia que los trasladaria al Borda.
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Cuando llegaron, salió el director a recibirlos.
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- Bienvenidos - dijo el hombre de pelo blanco con cara siniestra, y frotándose las manos - asi que ustedes son científicos...
- Hombres de negocios - corrigió Zagardúa
- Bueno señores... vamos adentro, que tenemos unos cuantos numeros que hacer.
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-------- FIN --------